lunes, 5 de octubre de 2015

A propósito del Día de la Educación Financiera



La primera gran lección que debe darse a los niños es que nada es gratis, que la mayoría de las cosas que necesitamos requieren de esfuerzo y sacrificio.
Una asignatura que no está incluida en ningún programa académico del país (y de muchos otros países) es la de las finanzas personales. 

Es más, en muchas instituciones educativas reconocidas pudiera parecer hasta como una falta de respeto el que se le añada a sus programas temas como la inversión o la protección del patrimonio personal o familiar. 

Esos asuntos se enfrentan a la formación tradicional orientada a compartir y a regalar al colectivo el fruto de nuestro esfuerzo y se contraponen a la falsa leyenda que asigna un comportamiento desprendido de los supuestos próceres y héroes a los que la historia trata de endiosar.
Nada más falso que esa ficción y la incorrecta épica que se trata de hacer ver a los niños y jóvenes en el sistema educativo, pues la casi totalidad de militares y héroes vencedores de los sucesivos conflictos acaecidos en el país, terminó enriqueciéndose con los botines de guerra, las tierras cedidas por el Estado y con la sempiterna corrupción administrativa.
Sin embargo, nuestros insignes educadores siguen insistiendo en enseñarle a los educandos unas supuestas virtudes, realmente ausentes, en personajes como por ejemplo Páez, Guzmán Blanco, Gómez o los Monagas, cuando no eran más que expoliadores. 

Da lástima que quienes egresan del sistema educativo sí saben quienes fueron esos "héroes" y de sus muchas de sus hazañas, pero desconocen conceptos tales como divisas, inversiones o patrimonio.
Es así como no nos queda más remedio que brindar la educación financiera en casa. Con tal fin, damos hoy un conjunto de recomendaciones sobre cómo ir ofreciendo a los hijos los conocimientos que necesitan para labrarse un futuro.
La primera gran lección que debe darse a los niños es que nada es gratis; es decir, que la mayoría de las cosas que necesitamos requieren de un esfuerzo, de un sacrificio. Es así como darle valor a las cosas y no regalar nada, sino a cambio de normas de respeto, responsabilidad y disciplina, es básico. 
Eso implica hacer que los pequeños se ganen sus cosas, que aprendan a que deben hacer un esfuerzo para merecerlas; implica que sepan que las metas importantes requieren de sacrificios. Así que póngales responsabilidades siempre a su medida: tener sus asignaturas aprobadas, su cuarto ordenado, ayudar con las tareas domésticas, etc.
Un tema muy discutido es si se justifica pagarles por sus actividades u ofrecerles una recompensa importante por algún logro. Amigo lector, todo tiene su tiempo; si sus hijos están demasiado pequeños, quizás es demasiado pronto. 

Es necesario cierto nivel de comprensión y de valoración del esfuerzo, así que deje las recompensas para edades superiores a los 10 ó 12 años de edad. Lo más recomendable es ayudar a forjarles la disciplina.
Segunda lección: el respeto a la propiedad, lo ajeno hay que respetarlo, no se agarra, no se juega con eso. Un niño nace con una noción muy clara de lo propio, pero a veces le provoca tomar lo que no es suyo, el que no reciba una amonestación seria por el hecho de solamente intentarlo, lo llevará a no tener claro que el respeto a lo ajeno, en el fondo, termina por convertirse en respeto a lo propio. 

Respetar la propiedad, termina por hacerle entender que las cosas no se ganan quitándoselas a otras personas, sino más bien con esfuerzo y sacrificio. Y, finalmente, hace de los niños personas de bien. La propiedad es, sin duda, uno de los pilares de la educación financiera.
Tercera lección: las prioridades. No todo es igual de importante, no todas las necesidades tienen porqué estar cubiertas todo el tiempo. Nuestro mundo está lleno de cosas atractivas que cuestan dinero y, lamentablemente, como padres podemos tener la debilidad de querérselas dar todas a nuestros hijos, pero cuidado. 

El darles de todo en forma desordenada termina por crear personas sin valores ni principios, sin una clara perspectiva de cómo construir su seguridad. En esta tercera lección, debemos orientarnos con lo que el científico Abraham Maslow, en su teoría de la motivación humana, define como las jerarquías de las necesidades, conceptos que se conocen también como la pirámide de Maslow. 

Es decir, debemos evitar que nuestros hijos antepongan necesidades de afiliación o reconocimiento (objetos de marca, de moda, pertenencias a determinados grupos, consumo suntuario) por encima de necesidades de seguridad (moral, salud, seguridad física, etc.). 

Eso implica evitar las marcas, evitar los productos lujosos y enfocarse en los bienes en función de su utilidad: por ejemplo, un par de zapatos, un teléfono o un televisor deben ser adquiridos en función del servicio que prestan y de la necesidad que satisfacen y no en función de lo que representan para los demás.
Cuarta lección: el ahorro y la inversión. Mientras menos edad tienen los niños, menos conscientes están de algún tiempo distinto al presente. Quizás su única idea del futuro es la conocida frase "cuando sea grande" y es muy difícil o imposible el convencer a un niño de ahorrar para cuando sea grande. 

Es así como lo más adecuado es irle poniendo metas traducidas en ropa o juguetes de su elección, pero condicionadas a que vayan separando parte del dinero que usted le da para el día a día. Quizás su aporte será importante para terminar de comprar el bien, pero ellos sentirán que de alguna forma ahorrar pueda servirles para adquirir cosas que no se consiguen tan fácilmente.
Quinta lección: solamente se predica con el ejemplo. En esto de la educación financiera, todo lo que usted les diga, ordene, todos los premios o castigos, todas las lecciones teóricas, empalidecen ante los errores que podamos cometer haciendo las cosas mal, excediéndonos en gastos, comprando cosas innecesarias o endeudándonos en exceso. 

Es así como debemos comenzar por nosotros mismos si es que queremos darles a nuestros hijos un patrón que los lleve a la prosperidad. Quizás no seamos ricos, pero debemos actuar en forma de que nuestro estilo de hacer las cosas conduzca a nuestros hijos a la seguridad financiera y a la prosperidad.


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